domingo, 22 de marzo de 2015

Populismo y Democracia.

Mi colaboración publicada el día de hoy en la #Cultural del Sol de #Tampico

Populismo y Democracia.
Como  escribió Octavio Paz, en el Laberinto de la Soledad, a los mexicanos nos seduce el poder, dicha debilidad, nos aproximaría mas, a un populismo de derecha que, a uno de izquierda; siente mayor simpatía por la mano dura que, por la justicia social, practica mas la discrimination que, la igualdad y cada vez se vuelve mas  individualista que, solidaria; a lo anterior, se  sumaría, lo siguiente, en su más reciente encuesta, el Latinobarómetro señala, que sólo un 37 % de la población, está satisfecha con el desempeño de la democracia en México, además de considerar que, la democracia es incapaz de resolver los problemas sociales y de que, estarían dispuestos a vivir en una dictadura, con tal, de que, se resolvieran sus carencias económicas; de lo que, se desprende que, si se le da poco valor a la libertad propia, ¿que será, a la de los demás?.

El rasgo característico del populismo de derecha, es la sugestiva conversión del estado de derecho, en un estado de poder (Der Machtsstaat), como lo llamó el Neokantista Hermann Cohen, bajo el fetiche del poder de la fuerza, se mediatiza toda respuesta a cualquier problema, racionalizando, institucionalizando e interiorizando socialmente, el poder de la fuerza, tribunal de última instancia dentro nuestra colectividad; lo que, desde luego, es indicativo de, una cierta inclinación autoritaria de la sociedad, excitada mediante,  narrativas que, prescindiendo de la valoración objetiva, exaltan las medidas represivas, en detrimento de la tolerancia y la pluralidad; justo el clima de opinión que, allanó, el ascenso de los fascismos al poder en el siglo XX, crisis económica e institucional, potencian, el carácter irreflexivo e inmediato, en la búsqueda de soluciones que, por regla, desembocan en la arbitrariedad.

La democracia es la salvaguarda de las minorías y por ende, de quienes piensan diferente, frente a lo que, de otra manera sería, un poder opresivo de la mayoría; bajo el reconocimiento de la igualdad de derechos, es posible, la subsistencia en la unidad, de la diferencia, principio de armonía y cohesión social, de acuerdo a la Filosofía del Estado de Hegel; no obstante, se ha implantado, la incorrecta idea de que, la homogeneidad de opiniones, es el mayor atributo de la democracia y de una sociedad civilizada que, puede llegar a acuerdos; bajo este falso criterio, se procura desconocer la pluralidad e imponer, una sola visión, ahogando la de quienes piensen diferente; cuando democracia es, justo lo contrario.

El carácter irreductible de cualquier democracia que se precie de serlo, es el de contradicción u opuestos, Carl Schmitt, la reducía a la de amigo-enemigo; no existiendo democracia, donde se carece de alternativas, precisamente por ello, en los núcleos afines al libre mercado, se habla de una posdemocracia, ante lo que consideran, el triunfo absoluto de la ideología de mercado, donde las decisiones se reducen a como agudizar los efectos de esta ideología, en lugar de ofrecer alternativas para superar sus efectos perniciosos. 

Lo anterior adquiere un espeluznante significado, si se considera que, la democracia, en esencia, no busca desaparecer las diferencias, sino a través de la misma, disipar combinando, a las fuerzas centrífugas, en una especie de bucle que, posibilita alcanzar un punto entrópico o de equilibrio que, hace los puntos en principio irreductibles, tolerables, sin embargo, la contradicción nunca desaparece, porque donde ha desaparecido, ha derivado en estado totalitarios; el hecho de que, se descalifique y estigmatice, a todos aquellos que, no compartan el feliz entusiasmo, por  el libre mercado, acusándolos de oponerse al progreso, es el correlato de la violencia física, en el mundo de las ideas y de los derechos individuales, ejemplo de intolerancia, incompatible con la democracia.

A este punto se llega, como consecuencia de una concepción empobrecida de lo que, debe de ser la democracia, interpretada exclusivamente hasta ahora, como un simple acto que, legitima el derecho de conquista; y no, como dinámica, sin solución de continuidad, en la que, se construyen soluciones sociales de manera solidaria, de tal modo que, las divergencias políticas naturales, sean atenuadas racionalmente, en el marco de una discusión civilizada entre actores que, se reconocen mutuamente como iguales.

Los peligros a la democracia hoy, no se encuentran detrás del ideal de la igualdad, sino, en el desencanto, hacia un concepto de  democracia derechizado que, fue puesto al servicio de la legitimación del libre mercado y no de la gente; pretendiendo ahora, en el afán de sostener, las relaciones de marginación social y material, culpar de ello, a la pluralidad democrática, de lo que, de suyo, no es más que, el fracaso de ese concepto de democracia que, priorizo los intereses del capital, al del bienestar de la sociedad.

sotelo27@me.comfg

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