domingo, 27 de diciembre de 2015

La Gran Manzana.

Nueva York, 17.12.2015.- Cada viaje que emprendemos, es una pregunta que nos hacemos, es una forma de interrogarnos sobre la persona que seremos después de eso, al menos, esa es mi particular forma de vivir los viajes.

Luego de haber postergado, por más de nueve años mi viaje a la ciudad de Nueva York, decidí llevarlo a cabo, como ya es normal en mi, las semanas previas al viaje, fui víctima de toda clase de achaques hipocondriacos, náuseas, nerviosismo, insomnio etc.

Sin embargo, la excitación por la aventura es mayor y la confianza en la idea de que la experiencia suele ser mejor a cualquier expectativa imaginada, me ayudó a superar la incertidumbre, causada por lo intimidante que me parecía esta ciudad.

De todas las ciudades de Estados Unidos, Nueva York, tiene para mí una importancia particular, es la capital contemporánea del capitalismo global, culturalmente es una moderna Babel, por sus calles deambulan personas de una pluralidad de nacionalidades, lo que crea un murmullo de fondo indiscernible, compuesto por todo clase de idiomas.

                                                   Los Museos.

Nueva York, goza de una vasta red de museos y galerías de arte, que no es posible recorre a conciencia en una sola vida, en su defecto, gozando de mi estatuto de turista, me dedique a recorrer solo algunos que para mí tenían un interés particular, intentando robar con la mirada un poco de su  belleza y establecer de forma figurada, un vínculo, en esta caso visual, que me permitiera de manera imaginaria volverme parte de su historia.

De los tres museos que pude visitar, Museo de Arte Moderno (Moma), Museo de Arte Natural y Museo Metropolitano de Nueva York (MET), el Moma, fue del que quede mayormente impresionado.

Su 5º piso, es dedicado a los pintores expresionistas, impresionistas y abstractos, por sus paredes  cuelgan pintores como Gauguin, Van Gogh, Monet, Cezanne, Modigliani, Matisse, Rothko, Seurat, Chagall.

Así como pintores de una de las dos ramas en las que se dividió el movimiento expresionista Alemán de la primera mitad del siglo XX, Kandisky, en un primer momento y Max Ernst, miembros del movimiento, Der Blaue Ritter, resultando el conjunto de las obras expuestas en su 5º piso, de tal riqueza y variedad, que no recuerdo con facilidad haber observado en el Louvre de París o Bode de Berlín.

Tres  obras de la sala ubicada en el 5º piso, sin embargo, son en mi opinión imprescindibles visitar, La Señoritas de Avignon de Picasso, La Persistencia del Tiempo de Salvador Dalí y Noche Estrellada de Van Gogh.

Posteriormente descendí al piso 2, a la sala dedicada al Arte Contemporáneo, donde la obra de Jackson Pollock, se exhibe, a la cual el MOMA, destina regiones enteras, y no podía ser de otra manera, Pollock representa la ruptura del arte comprometido con alguna ideología o causa, flota en el aire sin asirse a ningún discurso, a diferencia de las corrientes pictóricas anteriores, la obra de Pollock se ajustó y anticipó a las futuras necesidades ideológicas del mundo occidental después de la Segunda Guerra Mundial, porque si el arte de alto valor, era para consumo exclusivo de las clases adineradas, tenía que ser despojado de cualquier tipo de alusiones incómodas, tanto sociales como morales.

                                            Diego Rivera y John D. Rockefeller.

El Rockefeller Center, monumento del poder de las corporaciones capitalistas, fue escenario de una insospechada disputa ideológica, en 1932, le fue conferido el encargo a Diego Rivera de elaborar un mural que adornará el vestíbulo del imponente Centro Rockefeller, emblema del capitalismo global y símbolo de la confianza en si mismo, como lo atestigua la escultura de Atlas (alegoría al capitalismo) sosteniendo al mundo, enclavada a la ribera de quinta avenida frente a la Iglesia de San Patricio, idea que por cierto, retomaría la escritora Ayn Rand, para titular su obra más sobresaliente y que sería en mi opinión el origen del mito fundador del neoliberalismo.

La encomienda le fue confería a Diego, a expensas del gusto que por su obra tenía la esposa de John D. Rockefeller, quien finalmente cancelaría el proyecto del mural para el centro Rockefeller, ante la negativa del pintor de excluir de la obra, al ex-líder de la Unión Soviética Vladimir Lenin, cuyo rostro figuraba en el mural, que luciría, en la entrada principal de lo que que se pensó, sería la catedral del capitalismo mundial, casi una blasfemia!, cuando menos así lo creyó John Rockefeller jr. Y el mural fue sustituido.

Bajo Manhattan.

Cuando se piensa en las grandes capitales de los países más industrializados y capitalistas del mundo, lo primero que se viene a la mente es el bullicio y hasta cierta frivolidad, pero se olvida, que precisamente en esas ciudades, existen enclaves intelectuales, que se rebelan al discurso y estética dominante.

Es el caso de las  zonas bohemias y de gran actividad artísticas e intelectuales, que se encuentran en el Soho y Greenwich Village, en la zona conocida como el bajo Manhattan, y en las que precisamente por esto, se da, ese característico fenómeno post-modernista, de convertir lo autentico y subversivo en comercial, desde aquí escribo, en uno de los bares emblemáticos de este barrio, sin ganas de irme, pensando que sin duda volvería a Nueva York, donde no todo es tiffanys o 5ª Avenida.

      












domingo, 13 de diciembre de 2015

Quiere Marx quitarme mi Iphone

No obstante que una sociedad igualitaria crea mejores condiciones de vida para todos, hay quienes ven en el establecimiento de un estado igualitario, el final de la civilización.

Establecer condiciones de igualdad social, solo puede ser posible por medio del único ente que trasciende y comprende a la vez, a todos los seres que componen la sociedad: El Estado.

El mecanismo mediante el cual el estado puede hacerse con los recursos para emprender una acción política con el fin de abatir las injusticias sociales, es la recaudación fiscal progresiva, es decir, paga más, quien más gana.

Los recursos así obtenidos se destinan al financiamiento de la educación y salud pública y gratuita, y no sólo a la seguridad pública, como pretenden lo que se oponen a un estado de bienestar social, los neoliberales.

Porque destinar cada vez mayores recursos en seguridad pública, tomando en consideración que los delitos patrimoniales son los de mayor incidencia, terminaría por subsidiar al estrato más alto de la sociedad, al ser el que más tiene que perder.

Huelga decir, que un un entorno de pleno empleo y seguridad social, la tasa de criminalidad suele desplomarse, por el contrario, en un contexto de fragilidad laboral y económica, en escenarios de gran concentración de la riqueza en detrimento de la mayoría de la población tiende a incrementarse.

Tomo por ejemplo de lo anterior a la ciudad de Viena, acostumbrado de que en nuestro país la discusión sobre la seguridad, la dominen temas como el alumbrado público y un incesante, como dispendioso patrullaje, quede sorprendido de la oscuridad en las calles de la capital Austrica y su casi nula presencia policiaca.

No se puede más que concluir--que no podría ser de otra manera--en una ciudad (Viena) donde no existe la segregación social, donde ricos viven junto a trabajadores, porque la pobreza tal y como la conocemos en México no existe, precisamente por eso, porque las condiciones laborales son favorables al trabajador y además existe empleo, la seguridad es un tema resuelto como consecuencia de aquello.

Pese a lo evidente que resulta lo precedente, hay quienes insisten en sostener falsas teorías, otros llegan a responder que la idea de una sociedad justa es buena, incluso deseable, pero es solo eso, una idea, que no es posible poner en práctica en la realidad por sus costos, ya que el mundo “funciona” de otra manera, y todos tenemos que pagar por él, por eso es necesario privatizar todos los bienes y servicios a cargo del estado, lo paradójico es que este realismo y falsa responsabilidad, desaparece cada vez que hablamos de aumentar las tasas impositivas sobre el capital ocioso.

La expresión que se opone al estado de bienestar, esto es, a la educación, salud y servicios públicos gratuitos, como parte de la responsabilidad del estado y por ende a una mayor carga fiscal sobre los que más tienen para financiarlos, como ya mencioné, se llama Neoliberalismo, en el fondo, un conservadurismo, ya que tiende a proteger a los más ricos y coloca en condiciones azarosas a los que menos tienen.

Los neoliberales han explorado toda clase de argumentos con el propósito de justificar su codicia, desde el punto de vista ético, han usado la libertad de todo individuo a ser dueño del producto de su trabajo, en principio, nadie podría estar en desacuerdo con esto, el problema radica en que no todos tienen trabajo y el trabajo de muchos apenas da para garantizar un día de alimentación, por lo cual, no puede existir libertad, si las alternativas de los trabajadores, quedan enteramente en manos de su empleador que puede imponer cualquier tipo de condición.

Otra argumento que acostumbran invocar los neoliberales, es atribuir todo progreso material y tecnológico a la concentración de la riqueza, lo cual no es cierto, porque desconoce la contribución que millones de trabajadores realizaron para tal propósito y porque las condiciones para que la vida empresarial fuera posible sólo se lograron, después de que el estado, es decir, el conjunto de la sociedad, dotará a los emprendedores de las mejores condiciones para su desarrollo, efectuando las inversiones más riesgosas, al respecto Mariana Mazzucato en The Entrepreneurial State: debunking public vs. private sector myths, es contundente demostrando lo anterior.

Matizando, un sistema fiscal progresivo, no tiene porque ser confiscatorio, actúa simplemente en función de un principio muy básico, quienes mayores beneficios obtienen de la sociedad, más deben devolverle a ella.

La dificultad para procesar cualquier idea justicia social y de redistribución material radica en la errada creencia de que todos los bienes presentes y futuros, les pertenecen por entero a los neoliberales, aún aquellos que ni siquiera está en su posibilidad retener legítimamente, como es el caso de los impuestos, de aquí que vean como un robo a su persona, el usar la vía impositiva.

Por esto, hablar de un estado socialista de bienestar en el siglo 21, no involucra la expropiación de los bienes particulares de la mayoría de la población, sino la recuperación del papel del estado en el diseño de un marco jurídico e impositivo igualitario.

sotelo27@me.com