Pese a la insistencia en calificar a nuestro país, como compuesto por una sociedad moderna, lo cierto es que prevalecen en ella, ideas y actitudes, que hacen incompatible cualquier noción de modernidad, con la nuestra.
En términos generales,, la modernidad es entendida como una etapa de un tiempo histórico, en el que se arraigaron procesos e instituciones sociales, tales como el racionalismo, liberalismo, la secularización, la igualdad entre los hombres, la alfabetización, la movilidad social, el desarrollo de gobiernos representativos etc, Roger Griffin dixit.
Esto es, que los procesos de modernización en las sociedades más desarrolladas, no solo consistían en un febril maquinismo industrial o de un liberalismo comercial a ultranza, sino que como presupuesto a ello fue, la interiorización y reconocimiento de ciertas cualidades humanas, que hacía de los hombres sujetos de iguales derechos y consideraciones sociales, tales como la tolerancia, inclusión y respeto.
Lo anterior es fácil de explicar, puesto que el liberalismo y el capitalismo, dos de los más grandes productos culturales de la modernidad, basaron su ética y practica, en la libre concurrencia, en donde al menos en teoría, dos individuos iguales, coinciden en el deseo de comprar y vender libremente, esto es que mas que las ansias de intercambio, lo fundamental fue la igualdad entre los hombres.
Por ello, no basta con que en nuestro país, se liberalice la economía y se privaticen lo bienes para que nuestra sociedad adquiera un carácter artificialmente moderno, si dentro de la misma no existe un afecto orgánico por la igualdad entre los hombres.
Tras la delgada capa de barniz civilizatorio, con la que se camufla con toda clase de reformas la sociedad, subyace un talante auténticamente bárbaro e ignorante, que tienen su expresión en actitudes impúdicamente abiertas de clasismo, racismo de ciertas capas de la sociedad.
Cierto es, que estas actitudes están presentes todavía, en las sociedades más desarrolladas del mundo, pero las mismas, son contenidas, por la reprobación social y solo pueden ser manifestadas en soledad.
Por el contrario, recientemente he escuchado, sin grado de pena alguna de quienes las pronuncian, una pluralidad de expresiones, que hacen apología de la diferencias sociales, raciales o económicas.
Por ejemplo, alguien mencionaba que la solución a los problemas de México sería "matar a los indios", otros se quejan de que se fueran perdiendo las barreras entre pobres y ricos, cuando menos, a la hora de intercambiar la palabra.
Ya sin mencionar los traumas que nos causa a los mexicanos el color de la piel, resabios probablemente de nuestra conquista, a estas expresiones no pueden calificarse ni siquiera de salvajes, puesto que, en estado salvaje, el hombre tendía a la solidaridad y establecer grupos sociales cada vez más grandes.
Como escribiera Octavio Paz, los mexicanos nos escondemos tras una máscara, en este caso, la de nuestra supuesta modernidad, pero detrás de ella, se esconde un rostro egoísta, prejuicioso, que superficialmente hace suyos los logros de la técnica y la modernidad, sin tener que asumir los compromisos y responsabilidades que ello implica con la humanidad.
¿Porque fue importante para la modernidad, la cohesión social? Durante siglos, la humanidad dividida en castas, estratos sociales rígidos de siervos y señores feudales, no logró el desarrollo económico y científico, que empezó a lograrse a partir del humanismo renacentista, esto es, desde el momento en que, aunque sea vagamente, la idea de una dignidad humana, cobró vida.
Escribía Simone de Beauvoir "La naturaleza del hombre es malvada, su bondad es cultura adquirida". No obstante, aun cuando soy más de la idea socrática de que el hombre escoge el mal, porque desconoce cuál es el auténtico bien, en el fondo las dos posiciones coinciden en que la raíz de la maldad puede estar en la ausencia de cultura.
A diferencia de la modernidad, el modernismo fue un movimiento mitopoético reaccionario, que solo estéticamente intentó transformar algunos aspectos que la modernidad había trastocado.
En México, el discurso modernista se ha avenido bien, porque ha permitido hipostasiar una transformación social y cultural de fondo, por otra que solo existe en el discurso, dejando intocados hábitos y costumbres conservadoras y anticuadas.
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