domingo, 15 de marzo de 2015

Cosmos

Recién tomaba confianza del mundo, en mi niñez, cuando en la serie Cosmos, dirigida por Carl Sagan descubrí que, cualquier cosa que nuestros sentidos nos digan del Universo, es sólo apariencia, a su realidad, se llega, por el pensamiento; al observar el Universo, experimentó, el placer del descubrimiento, con cada explicación de su funcionamiento, sus imposibles magnitudes, me provocan, un sentimiento de desbordamiento; sin embargo, por real, que me parezca este sentimiento, no es mas que, frenesí...o tal vez, no sea así!


En la Actualidad la ciencia describe con detalle, los fenómenos del Universo, sin ocuparse de sus causas, por considerarlas irrelevantes; no obstante, para Kant, existe una inclinación natural en la razón del hombre, que le obliga a dar con una causa incondicionada, que sea explicación y fundamento de sí misma, unos la llaman Dios, otros Naturaleza, pero, para Baruch Spinoza, son ambas a la vez; Spinoza, disolvió el dualismo cartesiano, en un monismo, asimilando la relación causal, con la de implicación lógica, con lo que, el orden de las cosas y el orden de las ideas, serían una y misma sustancia infinita, cuya expresión finita, serían los seres de la naturaleza.


Lo anterior, provocó la condena de su sistema, de parte de la Iglesia; al sintetizar naturaleza y espíritu en una y misma entidad, Spinoza, negaba la hipótesis de un Dios personal y trascendente, haciendo partícipe al hombre de la divinidad, siendo por tanto innecesaria, una verdad revelada y la intermediación de una iglesia histórica para interpretarla y conceder mediante su intervención, la salvación del alma. La Doctrina de Spinoza, dio pie a varias respuestas, sin embargo, sobresale, la elaborada por Kant, para quien, la teoría de Spinoza, creaba un problema mayor, ya que, al postular la síntesis de lo finito en lo infinito, ataba al sujeto, a las leyes de la causalidad del Universo, volviendo imposible la libertad.


En La Crítica de la Razón Pura, Kant, postula que, en la construcción del conocimiento, colaboran los sentidos y el entendimiento; las impresiones de los objetos que afectan, nuestros sentidos, proporcionan la materia prima que, es sintetizada, por las categorías del entendimiento, obteniendo así, una imagen representativa o fenoménica del objeto, para el Sujeto de esta relación exterior, sin embargo, solo es una representación del objeto, no el objeto mismo, este queda, incognoscible para él, al estar sujeto, a los límites de los sentidos y el entendimiento; lo que, permite considerar la existencia de, otras realidades, más allá de lo aparecido, a las que, no podemos acceder; sólo se conocerán los fenómenos o apariencias, pero no, como es la cosa en sí o noúmeno, ámbito de los entes infinitos metafísicos como la Libertad, Dios y la Inmortalidad.


Fichte, parte de Kant, pero desestima, la idea de una cosa en sí incognoscible, que limite al conocimiento, y suelta los lazos que, lo unían con el reino de la naturaleza, procediendo a deducir toda la realidad, de una sola posición en la conciencia. En la Doctrina de la Ciencia, Fichte dibuja las figuras de la conciencia, hasta llegar a la autoconciencia; para él, la filosofía, era reductible a un primer principio, recíproco a la lógica y postula como tal, al Yo, correlativo del principio de no contradicción, a partir de este, deduce el No Yo, como posición autoimpuesta por el propio Yo, es decir, el Yo sé objetiviza a sí mismo, y provoca la existencia de la relación sujeto-objeto en el seno de la conciencia; finalmente, el tercer movimiento es el Yo Trascendental o Absoluto, soporte de la relación sujeto-objeto, al interior de la conciencia; nace así, con Fichte, el idealismo alemán, desde el cual, Schelling, desarrollará su filosofía de la naturaleza.


Schelling se interesó por la relación de lo finito con lo infinito, para él, lo absoluto es la identidad de lo finito e infinito, no existiendo una oposición o división real, la división surge al agudizarse la reflexión y provocar su distinción, sin ella, el hombre se consideraría integrado a la naturaleza, Schelling, comparte la vida al interior de la conciencia, afirmada por Fichte, pero, a diferencia de éste, lo objetivo sale de la esfera de la conciencia y se objetiva exteriormente en la naturaleza; llegando a ser en Hegel, Lo Absoluto.


A partir de aquí, retornaré al origen de la presente divagación; en la serie Cosmos, Carl Sagan, recrea las fases del proceso evolutivo, hasta el grado en el que, el primer ser vivo sobre la tierra, abre sus ojos, punto en que, el Universo se ve así mismo, por primera vez en la historia, lo cual, rememora, al idealismo alemán, que influido por Spinoza, afirmó "Somos la instancia donde el Universo se hace autoconsciente" (Hegel), sintetizando, naturaleza y espíritu en una misma entidad; con la salvedad de que, para el idealismo, el Universo absoluto, es la esfera de lo objetivo, sin la cual, no puede existir la esfera de lo subjetivo, y en la ciencia, sólo es naturaleza.


Al ver el cielo, el pensamiento se objetiviza en el firmamento, y en un acto de rebeldía, contra la alienación de sí mismo, hecha en la naturaleza, lo absoluto, retorna sobre sí, en forma de pensamiento, que se piensa, a sí mismo, en nuestro pensamiento; lo anterior no debería llenarnos de vanidad, porque no, nos hace especiales o más interesantes, sino tan solo fortuitamente afortunados, por ser herederos de esos 15 mil millones de años de historia de la evolución del universo, que no han sido, sino el camino recorrido por la libre voluntad de la naturaleza para concretar su ideal en nuestra autoconciencia.


sotelo27@me.com












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