domingo, 8 de febrero de 2015

Ética Kantiana.

"El problema del establecimiento del estado tiene solución, incluso si es un pueblo de demonios, con tal de que tengan entendimiento".


En la Crítica de la Razón Práctica, Kant investiga la naturaleza y origen del conocimiento moral, que a diferencia del conocimiento de los objetos de la experiencia sensible, no nos informa de lo que es, sino de lo que debe ser; a partir de esto, Kant, examina las condiciones de posibilidad a priori de la moralidad, antes de toda experiencia posible; su objetivo fue demostrar, que la fuente del conocimiento moral, al igual que el conocimiento científico, se da en la estructura de la misma razón.


Kant, distingue entre legalidad y moralidad, lo primero es sólo el ajuste de nuestra conducta con lo dictado desde afuera de la razón, ajustar nuestros actos a las leyes de dios, a las leyes de la naturaleza, a las leyes civiles o penales o a las costumbres; para Kant, la única moralidad posible, es la autoimpuesta, la que se origina en la Razón (Vernunft), cuya característica fundamental deberá de ser su universalidad y su principio fundamental: la autonomía de la voluntad; La universalidad la obtiene por medio de un juicio susceptible de ser formulado y aceptado como válido por todos los seres racionales, lo segundo lo logra, postulando la idea noumenica de la Libertad, (el no gobernado por las leyes de la necesidad de la naturaleza), que constituye al hombre, que si bien no se puede demostrar positivamente, no es contradictorio pensar su posibilidad; es así que, Kant desarrolla su famoso principio de acción moral "Obra de tal manera que puedas desear que la máxima de tu acción se convierta, por tu voluntad en ley universal de la naturaleza"; principio de la razón práctica, que no será deducible de los casos concretos, sino de la abstracción de la generalidad.


Kant, identifica tres facultades cognoscitivas, de entendimiento, de juzgar y la de la razón; siendo la facultad de juzgar el nexo entre las facultades de los extremos; expuesto brevemente lo anterior de manera preliminar, podemos concluir que "solo somos libres cuando nuestra voluntad está determinada de manera autónoma", al cumplir los imperativos morales dictados por la razón legisladora; por tanto, en materia de moral, no se necesita buscar afuera lo que habita dentro.


Si reflexionamos profunda y cuidadosamente, nos podremos percatar de lo cierto que es todo esto, en la mayoría de las veces en las que nos vemos confrontados a la necesidad de decidir entre un comportamiento correcto de otro que, no lo es y fallamos, por lo general, se debe a una elección de nuestra voluntad, y no a la falta de claridad de los principios morales a aplicables; cierto es también, que existen situaciones de mayor complejidad en las que no resulta fácil juzgar, ejemplo: la eutanasia o el aborto etc; sin embargo, cuando al final llega la resolución, esta se da siempre a través del mismo aparato racional deliberativo; es así que, por ejemplo, la religión trasladará el sitio de la pena de castigo, del infierno exterior, al socrático infierno interior de habitar con una culpa en la conciencia, precisamente ahí, donde tiene lugar el juicio moral según siempre Kant.


Cuando en Jerusalén fue juzgado a Adolf Eichmann, responsable de organizar el transporte ferroviario de los judíos, destinados a los campos de exterminio en la Alemania de Hitler, este esgrimió en su defensa, "el cumplimento de órdenes superiores y la obediencia debida a la ley", que en este caso ordenaba matar; en el prólogo de su obra Principhia Ethica George E. Moore, afirma que una de las causas más comunes de las confusiones en materia de ética, se debe "Al intento de responder cuestiones, sin saber antes con precisión qué cuestiones se desean responder"; cuando Eichmann, intentó exculpar sus actos bajo aquel argumento, invertía el orden de los procesos que se encuentran en la base de la toma de conciencia y de la responsabilidad personal; no es la obediencia a la ley lo que reviste de un carácter moral a nuestros actos, sino el proceso de deliberación interno al valorar si la propia ley es moral o no, para solo después obrar en consecuencia; pese a lo argumentado por Eichmann, también existió gente que se negó a apoyar el régimen nazi, mediante la vía de no tributarle obediencia; en el fondo, como escribiría Hannah Arendt, la moralista Kantiana más importante del siglo XX, fueron estas últimas personas las que, de manera pasiva se negaron a participar con el régimen nazi, las únicas que juzgaron sobre lo que era o no correcto hacer; durante el régimen nazi, según Arendt, fueron las clases altas de la sociedad, quienes más fácilmente pudieron cambiar de lealtades en materia de moral, "Ellos ( La Elite) no experimentaron las turbulencias morales al ascenso del régimen, estas se vivieron primero en las clases bajas...tampoco... eran responsables de la llegada de los nazis, simplemente estaban impresionados por el éxito de los nazis y fueron incapaces de oponer su propio juicio al veredicto de la historia tal como la leían"; en el colapso total de las nociones morales, si por ello consideramos el modo común y corriente de entender esta, como el conjunto de usos, costumbres y leyes aplicables a un lugar en un tiempo específico, "lo que queda es sólo el afán de aferrarse a algo, de ahí que estas personas que se niegan a juzgar por sí mismas, sean aquellas en las que a la hora de la verdad, menos se pueda confiar",  concluía Hannah Arendt.


Por tanto, si como escribiera Kant, "Los ejemplos (reglas de conducta moral), son las andaderas del juicio", todos hemos visto desfilar un ejército de lisiados; aunque la bruma de los hechos nos bloquee la visibilidad, lo que queda, cuando nada queda en situaciones límite de derrumbe moral, es la facultad de juzgar, porque como concluyera la sentencia que condenó a Eichmman a la horca "La Ilegitimidad de los actos inmorales, salta a la vista, a condición de que el ojo no sea ciego, y el corazón pétreo y corrupto".


sotelo27@me.com




No hay comentarios:

Publicar un comentario