domingo, 3 de enero de 2016

El Amor es un Pájaro Rebelde.

A instancias de varios amigos, accedí a escribir sobre el amor, tenía pensado hacerlo sobre la cuádruple raíz del principio de razón suficiente de Schopenhauer, tema que en todo caso, resulta más sencillo que sobre el amor y en especial en las mujeres.

En realidad creo que mis amigos, más que auspiciar mi novel  aspiración de escritor, en el fondo buscan dejar que corra con el riesgo de tratar con un tema tan complejo, que sea yo quien se atreva a exponer lo que pienso y más que nada, siento al respecto.

Por lo tanto, de antemano me declaro culpable de toda clase de errores y prejuicios que pueda tener el presente texto, ya que solo es una opinión personal, sin pretensiones de validez universal. Después de todo, la dificultad de hablar sobre el amor, es que nada, ni nadie nos enseña o prepara para esto.

Confieso que más que para equivocarme, mayor valor necesite para atreverme a proponer la publicación de un artículo sobre un tema como el de hoy, ya que pongo a la sección cultural de este medio, en el penoso umbral de una revista del corazón, como las que abarrotan los stands que existen a los costados de las filas para pagar de todos los  supermercados.

La dificultad al tratar del amor, radica en evitar la trivial tentación de dictar un listado de lugares comunes, sobre cómo actuar y que esperar, intento que por lo demás, cuando llega el momento, resulta obsoleto.

Pues bien, el amor, es como meterse en una tina de agua helada, se hace a tientas, poniendo a prueba nuestra capacidad de resistencia, aplicando el método de prueba y error que nunca garantiza el éxito.

En eso radica la excitación, temor y alegría del amor, está plagado de sorpresas, es como entrar en un cuarto oscuro, por más planes que se hagan, nunca se sabe lo que se va a encontrar dentro, sin embargo, hay que afrontar el peligro y correr el riesgo.

Ante el amor, la única actitud posible es decirse: “este soy yo y debería ser suficiente, sino lo es, no puedo hacer nada, no puedo salir de mi o dilatarme, en el intento de ser más, para agradar, porque si me salgo, dejo de ser yo y en nada me beneficia tal inflación”.

Ante el amor no correspondido, el único camino es el olvido, no obstante esto, elegimos sufrir,  como último gesto  de seducción, esperando de esta forma ser recompensados, lo cual no es cierto.

El amor es esencialmente capricho, no justicia, ni mérito, en todo caso oportunidad, y como en su reparto no hay equidad, es más bien injusto. 

El amor no obedece las leyes de la causa y el efecto, por eso nadie se enamora porque le manden flores, porque el amor, no es un hacer,  sino un sucede, es sin razón, sin causa y sin necesidad, es absolutamente gratuito, sino sucedió, simplemente no pasó.

En el amor, uno no pueda hacer más bien nada, lo cual es toda una ventaja, no tenemos que decidir de entre un sin fin de opciones, sino somos correspondidos, no queda más que sacudirse el polvo, seguir adelante, eso sí, siendo dignos en el sufrimiento.

Crecemos y vivimos intentando controlarlo todo, nos aterroriza la vulnerabilidad en la que nos coloca la idea de que para que nos correspondan sentimentalmente, nada podemos hacer realmente.

Arrinconamos con halagos y regalos a las mujeres, creyendo así podemos hacer brotar algún sentimiento, pero si esto tuviera algún efecto y la mujer cediere, sería cálculo y no amor lo que se obtuviere.

Nadie capto mejor la esencia inasible del amor que George Bizet, en la aria "L'amour est un oiseau rebelle", (El Amor es un pájaro rebelde), perteneciente a la ópera Carmen.

El amor es un pájaro rebelde
que nadie puede domesticar,
y no vale de nada que uno lo llame
si él prefiere rehusarse.
De nada sirven amenazas ni plegarias.
Este habla bien, el otro es callado;
y yo prefiero al otro.
No dijo nada, pero me gusta.
El amor es un niño gitano,
que jamás conoció la ley.
Si tú no me amas, yo te amo;
y si te amo, ¡cuídate de mí!
El pájaro que creías domesticado
bate las alas y remonta vuelo...

Por eso amigos, pónganse cómodos, y dejen de preocuparse, porque  al final, las únicas que deciden son las mujeres, eso sí,  solo hay que decir ¡presente¡


             sotelo27@me.com
































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