domingo, 25 de octubre de 2015

Más allá de la #Bicicleta #Cultural

Lo que en principio puede ser una buena idea, podría terminar repitiendo los vicios de aquellas de entre las que surge para cuestionar, destino en el que suelen terminar todas las tendencias contraculturales de nuestra época, de la que no escapa el uso de la bicicleta hoy en boga.

En principio debo confesar ser un usuario cotidiano de ella, no con propósitos competitivos, ni de convivencia social, no soy miembro de ninguno de los contingentes de ciclistas que ruedan por las avenidas, pese haber sido invitado.
De momento no es de mi interés participar.

En mi caso, incursionar en el uso de la bicicleta viene dado por necesidad, una lesión en el talón de Aquiles, me impedía salir a correr todos los días y en tanto me recuperaba, derive al uso de la bicicleta como una alternativa práctica de deporte y así decidí ir a comprar una.

La primera impresión al hacerlo fue de sorpresa, la practicidad a la que asociaba todo lo relativo a la bicicleta, se vio empañada por el abrumador universo de sus modelos y de sus precios que oscilaban de los 2 mil, hasta los cien mil pesos!!!

En este punto me vi confrontado a una primera dificultad ¿que bicicleta comprar?

Me considero una persona competitiva, pero no al grado de poder ganar el tour de Francia o la vuelta de España, aunado a mis modestos objetivos; solo pretendía salir a sudar y divertirme recorriendo la ciudad, por lo cual resultó fácil sobreponerme al shock de la variedad y opte por comprar la más barata.

En este punto, la convivencia con otros usuarios de la bicicleta fue inevitable y pasó "lo que tenía que pasar", las comparaciones no se hicieron esperar ¿que marca es tu bicicleta? ¿Es de aluminio? ¿Usas luces de led?¿Cuantas velocidades tiene? ¿Usa frenos de disco? ¿Cuánto te costó? Etc.

Me di cuenta que la respuesta a esta última interrogante, configuraba, en el rostro de mis interlocutores cierto gesto de reprobación, cuando no de burla, como ya expuse, mis motivaciones se inclinaban más a lo recreacional que a lo competitivo, por eso me resultaba absurdo, gastar decenas de miles de pesos en una bicicleta, que me daría igual servicio que otra que también fuera de dos ruedas, pero más económica.

Es deplorable que el ciclismo, se impregne con ese aire de irrealidad con que la frivolidad dota a todas las cosas que toca, haciendo de la imagen su idea reguladora. El uso de la bicicleta lo asocio a cierta simplicidad, por eso me parece un desastre el estrés que provoca la ansiedad que genera esa competitividad, no deportiva, sino social, medida, en términos de marcas y precios y no de rendimiento.

Esta superficialidad, acarrea una contradicción con respecto a una cualidad atribuida al uso de la bicicleta, que es la de ser ecológica, considere esto, el dispararse el consumo de bicicletas y accesorios, como consecuencia de esa carrera por la distinción cuyo blanco es el status social, implica mayor producción industrial y con ello, mayor generación de contaminación y basura, lo que revela, la real falta de reflexión y compromiso por hacer de esta una sociedad mejor.

Por otro lado, existe ya un creciente malestar mutuamente profesado entre automovilistas y ciclistas, quienes reclaman con igual narcisismo él uso de la ciudad, tanto los reclamos de algunos ciclistas, como los de los automovilistas, carecen de perspectiva de ciudad, y obedecen por igual a la intolerancia y a caprichos individualistas.

Al respecto, las autoridades tampoco han sabido que hacer, han reaccionado con lentitud y falta de imaginación, se habla de aplicar un impuesto a los usuarios de bicicletas o de echar más cemento a la ciudad, mediante la construcción de ciclovías.

Un profesional del urbanismo me comentaba que estos problemas se solucionarían, mediante una planificación que reordene e innove la ciudad, y en cuyos planes por supuesto, el uso de la bicicleta tiene un papel que desempeñar, pero no sólo ella, sino todos los medios de transporte.

Todo lo anterior solo se podrá lograr si logramos priorizar la idea de comunidad, por encima de la oportunidad de lucrar, hay que dejar de pensar que todo lo que es comercial beneficia efectivamente al conjunto de la ciudad, las experiencias históricas nos han enseñado que en realidad, los proyectos urbanos han terminado por beneficiar a unos pocos, que se aprovechan de las condiciones de vida del resto..

sotelo27@me.com




















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